Enoch Powell - 20 de Abril de 1968
"Como los Romanos, veo el
Río Tiber con mucha espuma ensangrentada"
La función suprema de un
estadista es tomar precauciones contra los males previsibles. En su intento de
hacer esto, se encuentra con obstáculos que están profundamente enraizados en
la naturaleza humana. Uno de ellos es que por regla general, estos males no son
demostrables hasta que no han ocurrido: en cada comienzo de una etapa hay un
espacio para la duda y para la discusión de si estos males serán reales e
imaginarios.
Aun es más, reciben muy poca
atención en comparación con los males y problemas actuales, que son al mismo
tiempo acuciantes y reales: es por ello que la tentación obsesiva de todos los
políticos sea dedicarse al inmediato presente a costa del futuro. Sobre todo,
la gente esta dispuesta a equivocarse en su pronostico de los problemas para
que no se la acuse de crear esos problemas o de haberlos deseado: "Si tan
solo", les encanta pensar. "si tan solo la gente no hablara sobre
ello, probablemente no llegue a ocurrir"
Quizás este habito se remonta a
la primitiva creencia de que la palabra y la cosa, el nombre y el objeto, son
idénticos. En todos los eventos, surge la discusión sobre el futuro, pero ahora
con más fuerza, los males evitables son la cuestión más impopular y al mismo
tiempo más necesaria para los políticos.
Aquellos que conscientemente
eluden su responsabilidad, recibirán el castigo de los que vienen después. Hace
una o dos semanas, conversé con un votante de mediana edad, un obrero empleado
en una de nuestras industrias nacionalizadas. Después de una o dos frases sobre
el tiempo, de pronto dijo "Si tuviese el dinero para irme, no me
quedaría en este país" Yo le respondí jocosamente que, aunque el
gobierno actual lo haga mal, no durará para siempre en el poder, pero ni me
escuchó y continuó: "Tengo tres hijos, todos han pasado por la escuela
y dos de ellos están ahora casados y tienen familia. Yo no estaré satisfecho
hasta que no les haya visto establecidos en el extranjero. En este país, en 15
o 20 años los negros serán los que dominen a los blancos".
Todavía puedo oír el coro de la
abominación de estas ideas en mi cabeza. ¿Cómo puede atreverse alguien a decir
una cosa tan terrible? ¿Cómo iba a arriesgarme yo a buscar problemas e inflamar
los sentimientos repitiendo semejante conversación? La respuesta es que no
tengo derecho a no hacerlo. Ahí estaba un decente hombre corriente ingles, que
a plena luz del día en mi propia ciudad me dice a mi, Miembro del Parlamento,
que en este su país no merece la pena que vivan sus nietos. Simplemente yo no
tengo derecho de cruzarme de hombros y pensar en otra cosa. Lo que él dice lo
pensarán y dirán cientos y miles de personas, quizás no en toda Gran Bretaña, pero
sí en la áreas que actualmente están sufriendo una transformación para la que
no existe ningún paralelismo en cientos de años de historia inglesa. En 15 o 20
años, de continuar la actual tendencia, en este país habra tres millones y
medio de inmigrantes de la Commonwealth junto con sus descendientes. Y esta no
es una cifra que me haya inventado yo. Es una cifra oficial ofrecida al
parlamento por el representante de la Oficina General del Registro Civil. No
hay una cifra oficial para el año 2000, pero seguramente pueda ser de entre 5 y
7 millones de inmigrantes, aproximadamente un 10% del total de la población, lo
que equivaldría a la población total del Gran Londres. Por su puesto no se
distribuirán por todo el país desde Margate a Aberystwyth, y desde Penzance a
Aberdeen. Areas enteras, ciudades y partes de ciudades a lo largo de Inglaterra
serán ocupadas por población inmigrante y descendiente de inmigrantes.
Según vaya pasando el tiempo,
la proporción sobre el total de los que son descendientes de inmigrantes, los
que nacieron en Inglaterra, crecerá rápidamente. Aun en 1985 los descendientes
de nativos ingleses constituirán la mayoría. Este factor es lo que crea la
extrema urgencia de actuar ahora, de llevar a cabo ese tipo de acción que es
más difícil de llevar a cabo por los políticos; una acción cuyas dificultades
radican en el presente, pero los males futuros que deben ser prevenidos o
minimizados radican en los parlamentarios situados por delante de mi.
La natural y racional primera
pregunta que se haría una nación confrontada frente a un futuro tal, sería
preguntar: "¿Cómo puede ser reducida la dimensión de este problema?"
Reconozcamos que no puede ser prevenido del todo, pero puede ser limitado,
teniendo muy presentes en la mente que los siguientes números son la esencia de
la pregunta: la significación y consecuencias de la introducción de un elemento
extraño en la población de un país es profundamente diferente dependiendo sí
este elemento es el 1% o el 10%. Las respuestas a esta sencilla y racional
pregunta son también sencillas y racionales: parando, o parando virtualmente,
más afluencias de inmigrantes, y promoviendo al máximo la salida. Ambas
respuestas son parte la política oficial del Partido Conservador.
Cuesta creer que en este
momento 20 o 30 nuevos niños inmigrantes están llegando del extranjero a la
región de Wolverhampton cada semana, pero es cierto. Y eso representa 15 o 20
familias adicionales de aquí en una o dos décadas adelante. A aquellos a los
que los Dioses quieren destruir primero les vuelven locos. Y nosotros debemos
estar locos, total y literalmente locos, al ser una nación que permite la
llegada anual de 50.000 inmigrantes, que son en su mayor parte el material
constitutivo del futuro crecimiento de la población descendiente de
inmigrantes. Es como ver a una nación atareada apilando leña para su propia
pira funeraria. Somos tan dementes que actualmente permitimos a personas
solteras que se establezcan en el país con el propósito de formar una familia
con novias y cónyuges a los que jamas han visto. Supongamos que este flujo de
llegada de inmigrantes no se corta automáticamente. Al contrario, incluso con
la actual cuota de solo 5.000 personas admitidas con permisos, hay suficiente
para 25.000 nuevos inmigrante por año y así hasta el infinito; eso sin tener en
cuenta la gran cantidad de parejas inmigrantes que ya se encuentran en nuestro
país, y estoy suponiendo que es una situación en la que que no se permite de
ningún modo la entrada ilegal o fraudulenta al país. En estas circunstancias
nada será suficiente, pero la llegada total de inmigrantes para establecerse
debería reducirse a proporciones absolutamente mínimas, y por ello deben
tomarse medidas legislativas y administrativas sin demora alguna.
Vuelvo a la re-emigración. Si la
inmigración terminase mañana mismo, la tasa de crecimiento de los inmigrantes
que están aquí y de sus descendientes se podría reducir sustancialmente, pero
el tamaño futuro de este elemento en la población seguiría manteniendo intacto
su carácter de peligro nacional.
Esto solo puede ser afrontado
mientras una considerable proporción de los inmigrantes todavía se encuentre
comprendida en el total de personas que han llegado en los últimos diez años.
De aquí la urgencia de aplicar el segundo elemento de la política del Partido
conservador: la incentivación del retorno a su tierra de origen. Nadie puede
estimar el numero de personas que, con una generosa ayuda y asistencia,
elegirían bien retornar a sus países o trasladarse a otros países que necesiten
la fuerza de trabajo, la destreza y las habilidades que ellos representan.
Nadie lo sabe porque nunca se ha intentado una política semejante. Yo solo
puedo decir que, incluso ahora, inmigrantes de mi propio distrito electoral de
vez en cuando vienen a verme, preguntándome si les puedo encontrar asistencia
para volver a su verdadera casa. Si una política así fuese establecida y
continuada con la determinación que justifica la gravedad de la situación, el
flujo de salida resultante podría alterar significativamente las perspectivas
futuras.
El tercer elemento de la
política del Partido Conservador es que todos los que están en este país como
ciudadanos deberían ser iguales ante la ley y no hacer ninguna discriminación
entre ellos por parte de las autoridades públicas. Como el Sr. Heath ha dicho,
no tendremos "ciudadanos de primera clase" y "ciudadanos de
segunda clase". Esto no significa que todos los inmigrantes y sus
descendientes deban ser elevados a una clase privilegiada o especial, o que a
los ciudadanos se les impida su derecho a discriminar en la administración de
sus propios asuntos entre un conciudadano y otro, o que deba estar sujeto a
imposiciones en lo relativo a sus motivos y razones legitimas para comportarse
de una manera o de otra.
No puede haber mayor concepto
erróneo de la realidad que la que es mantenida por esos que, a voz en grito,
demandan una legislación "contra la discriminación", ya sean los
escritores de artículos de fondo de la misma índole (e incluso a sueldo de
aquellos mismos periódicos) que aquellos que, a comienzos de los años 30, año
tras año intentaban ocultar a este país del creciente peligro al que se
enfrentaba; o los arzobispos que viven en palacios, de maneras delicadas y a
los que la ropa de cama de seda les tapa los ojos. Lo han conseguido
exactamente y diametralmente mal. La discriminación y la depravación, el
sentimiento de alarma y de resentimiento no tienen relación con la población
inmigrante establecida, sino con aquellos que han venido y siguen viniendo sin
cesar. Es por ello que promulgar unas leyes de este tipo en el parlamento en
estos momentos es como tirar una cerilla a un barril de pólvora. Lo más suave
que se pude decir de quienes proponen y apoyan esto es que no saben lo que
hacen.
Nada es más engañoso que las comparaciones
entre los inmigrantes de la Commonwealth en Gran Bretaña con el negro
americano. La población negra en los Estados Unidos, que ya existía antes de
que los Estados Unidos se formasen como nación, empezó literalmente como
esclava, y más tarde se le concedió el derecho de voto y otros derechos
inherentes a la ciudadanía, cuyo ejercicio solo han alcanzado parcialmente y de
forma gradual y aun no han completado del todo [N. del T. Recuerde el
lector que este discurso se pronunció en abril de 1968]. El inmigrante de la Commonwealth llega a Inglaterra como un ciudadano
integral, a un país que no conoce la discriminación entre un ciudadano y otro,
y entra instantáneamente en posesión de los derechos que tiene todo ciudadano,
desde el voto hasta el tratamiento gratuito en el Servicio Nacional de Salud.
Cualquier inconveniente
relacionado con los inmigrantes no deriva de la ley, o de las políticas
publicas o de la administración, sino de las circunstancias personales y los
accidentes que crean, y siempre crearán, del mismo modo que la fortuna y la
experiencia de un ser humano es diferente a la de otro.
Pero, mientras que para el
inmigrante entrar en este país era el ingreso a privilegios y oportunidades que
surgían de un modo ilusionaste y atractivo, el impacto para la población
autóctona era muy distinto. Por razones que no podían comprender, y en
cumplimento de decisiones en las que nunca fueron consultados, se encontraron
con que habían sido convertido en extraños en su propio país.
Se encontraron con que les era
imposible encontrar camas en los hospitales en las maternidades, que sus hijos
no podían obtener plazas en las guarderías y colegios, sus casas y barrios
cambiadas de tal modo que eran irreconocibles, sus planes y proyectos para el
futuro frustrados; en el trabajo se encontraron con que los patrones vacilaban
a la hora de pedir a los inmigrantes los mismos estándares de disciplina y
competencias requeridas a los trabajadores autóctonos de Inglaterra; empezaron
a oír, mientras el tiempo pasaba, más y más voces que les decían que ahora
ellos eran a los que no querían. Entonces aprendieron que un privilegio
unilateral se establece por una ley del parlamento; una ley que no puede, y no
esta diseñada para actuar en su protección ni para hacer justicia o reparar su
quejas. Sin embargo sí esta promulgada para otorgar al extranjero, al
descontento, refunfuñoso y agente provocador, el poder para humillar y acusar
al honrado ciudadano Ingles por sus acciones privadas.
En las cientos y cientos de
cartas que recibí la ultima vez que hable de este tema hace dos o tres meses,
había una impactante característica que era completamente nueva y que encontré
premonitoria y preocupante. Todos los Miembros del Parlamento están
acostumbrados a la típica correspondencia anónima; pero lo que me sorprendió y
alarmó fue que una alta proporción de gente normal, sensible, que escribía una
carta sensata, y casi siempre correcta y bien escrita, pensaba que tenían que
omitir su dirección porque era peligroso comprometerse con una carta enviada a
un Miembro del Parlamento mostrándose de acuerdo con los puntos de vista que yo
había expresado, y que podrían sufrir algún castigo o represalia si se llegaba
a saber que ellos habían hecho eso. La sensación que está creciendo entre la
gente Inglesa corriente de ser una minoría perseguida, en aquellas áreas del
país que están afectadas, es algo que aquellos sin una experiencia directa
pueden difícilmente imaginar. Voy a permitir tan solo a una de esas cientos de
personas que hable por mí:
"Hace ocho años en una
respetable casa de Wolverhampton se vendió una casa a un negro. Ahora solo un
blanco (una anciana pensionista) vive allí. Esta es su historia. Ella perdió a
su marido y a sus hijos en la II Guerra Mundial, y convirtió su casa de siete habitaciones,
su única posesión, en una casa de huéspedes. Trabajó duro y lo hizo bien, pagó
la hipoteca y empezó a guardar algo para su vejez. Entonces los inmigrantes se
mudaron al barrio. Con una preocupación creciente, vio como una casa tras otra
era ocupada. Aquella calle tranquila se volvió un lugar de ruido y confusión y
pesarosamente sus inquilinos blancos se trasladaron. El día después de que se
fuese el ultimo inquilino, fue despertada a las 7 de la mañana por dos negros
que querían utilizar su teléfono para llamar a su patrón. Cuando se negó, como
se lo hubiese negado a cualquier extraño a tales horas, fue insultada y temió
que si no hubiese sido por la cadena de la puerta habría sido atacada. Familias
inmigrantes habían
intentado alquilar habitaciones en su casa de huéspedes, pero ella siempre se
negó. Cuando sus pequeñas reservas de dinero se agotaron, y después de pagar
los impuestos municipales, ella solo tenia menos de dos libras por semana. Fue
a pedir una reducción de la cuota de sus impuestos, y fue vista por una chica
joven que, al oír que tenia una casa de huéspedes de siete habitaciones, la
sugirió que podría alquilar una parte de ella. Cuando la anciana dijo que los
únicos que la alquilarían serian los negros, la chica dijo 'En este país los
prejuicios raciales no te conducen a ninguna parte'. Y la anciana volvió a
casa. "
"El teléfono es su
cordón umbilical. Sus hermanos pagan la factura, y la ayudan sobrevivir lo
mejor que pueden. Los inmigrantes la han ofrecido comprarle su casa de huéspedes,
pero a un precio que cualquier propietario con un poco de vista seria capaz de
recuperar de sus inquilinos en semanas, o a lo sumo en unos pocos meses. Ahora
esta empezando a tener miedo de salir. Le rompen las ventanas. Encuentra
excrementos en el buzón. Cuando va a comprar a las tiendas, la siguen niños
pequeños mulatos que la hacen muecas. No saben hablar ingles, pero hay una
palabra que conocen. 'Racista' la cantan. Cuando se apruebe la nueva 'Ley de
Relaciones entre Razas' (1), esta mujer está convencida de que ira a
prisión. Y yo me preguntó ¿Estará equivocada?"
El otro peligroso engaño de
aquellos que son testarudos, o bien que están ciegos ante la realidad, se
aglutina en torno a la palabra 'integración'. Estar integrado en una población
significa ser para todos los fines prácticos indistinguible frente a los otros
miembros. Hoy en día, y desde siempre, cuando hay diferencias culturales y
físicas, especialmente el color, la integración es difícil durante un largo
periodo, cuando no imposible. Hay entre los inmigrantes de la Commonwealth
personas que han venido aquí en los últimos 15 años, cientos de ellas cuyos
propósitos y deseos son integrarse y cuyos únicos pensamientos y esfuerzos se
dirigen en esa dirección. Pero imaginar que tal cosa pueda entrar en la cabeza
de una gran y creciente mayoría de inmigrantes es una absurda equivocación, y
además es peligrosa.
Estamos justo en el limite de
un cambio. Hasta ahora ha sido la fuerza de las circunstancias y el entorno los
que han proporcionado la idea de que la integración es inaccesible para la
mayor parte de la población inmigrante, que ellos nunca han concebido ni
intentado tal cosa, y que sus números y concentración física significan que la
presión hacia la integración que normalmente apunta hacia cualquier pequeña
minoría no funciona.
Actualmente estamos viendo el
crecimiento de fuerzas poderosas que actúan contra la integración; de intereses
creados en la preservación y agudización de las diferencias raciales y
religiosas con vistas a ejercer su verdadera tiranía, primero entre sus
conciudadanos inmigrantes, y después sobre el resto de la población. La nube no
mayor que el tamaño de la mano de un hombre, que puede encapotar el cielo tan
rápidamente, se ha visto recientemente sobre Wolverhampton, y ha dado señales
de expandirse rápidamente. Las palabras que voy a usar ahora mismo, las cito
tal cual aparecieron en la prensa local el 17 de febrero. No son mías, sino de
un Laborista Miembro del Parlamento, que es Ministro en el Gobierno actual:
"La campaña de la comunidad Sikh para mantener costumbres inapropiadas
en Inglaterra es muy deplorable. Al trabajar en Gran Bretaña, especialmente en
los servicios públicos, deben estar preparados para aceptar los términos y
condiciones de su trabajos. El pedir derechos especiales para su comunidad (¿o
deberían decir ritos?) [N.del T. Aqui se hace un juego de
palabras en ingles entre 'rights' y 'rites'] conducen a una peligrosa fragmentación de la sociedad. Este régimen
de autonomía comunitaria es un cáncer, ya sea practicado por personas de un
color o de otro, y debe ser duramente condenando." Todo el mérito para
John Stonehouse por tener la perspicacia para verlo, y el coraje para decirlo.
Para estos peligrosos y
divisivos elementos, la legislación que se propone en la 'Ley de Relaciones
entre Razas' es el mejor abono que necesitan para florecer. Con esto que acabo
de exponer he querido mostrar que las comunidades de inmigrantes pueden
organizar a sus miembros, agitarlos y hacer campañas contra sus conciudadanos,
y sobrepasar y dominar al resto con las armas legales que los ignorantes y los
mal informados les han proporcionado. Según miro hacia adelante, me llena un
presentimiento: como los Romanos, me parece ver "el Río Tiber con mucha
espuma ensangrentada". [N.delT. Esta es una cita de Virgilo prediciendo la
guerra] Ese trágico e intratable fenómeno que contemplamos con horror al otro
lado del Atlántico, pero que está entretejido con la misma historia y
existencia de los Estados Unidos mismos, esta viniendo aquí hacia nosotros por
nuestra propia voluntad y nuestra propia negligencia. De hecho, ya ha llegado
plenamente. En términos numéricos, será de la misma proporción que en los
Estados Unidos para el fin del siglo XX. Solo una firme resolución y acciones urgentes
podrían evitarlo todavia hoy. Si la gente será quien demande esas acciones y
las obtenga es algo que no se. Lo único que se es que verlo, y no decirlo, será
la gran traición.
Notas:
(1) Race Relations Bill
John Enoch Powell, MBE, (Birmingham, 16 de junio de 1912-Londres,
8 de febrero de 1998). Político, académico, escritor y poeta británico.
Fue diputado en el Partido Conservador del Reino Unido de 1950 a 1974,
del Partido Unionista del Ulster de 1974 a 1987, y ministro de Sanidad
del Reino Unido de 1960 a 1963. Obtuvo notoriedad con un discurso contra
la inmigración pronunciado el 20 abril de 1968 en el Midland Hotel de Birmingham, durante una reunión del Conservative Political Centre.
En aquella ocasión, Powell preveía para el Reino Unido un futuro de
problema racial y de revueltas urbanas semejantes a las que se estaban
produciendo en los Estados Unidos en los años sesenta. A causa de este
discurso controvertido, Edward Heath, Primer Ministro del Partido Conservador, lo apartó del gobierno.
Antes de iniciarse en la política, fue un catedrático notable,
convirtiéndose en un doctor en griego antiguo con únicamente 25 años.
Durante a Segunda Guerra Mundial, desempeñó empleos en el Servicio de
Inteligencia, en el que alcanzó el empleo de brigadier con 30 años.
También fue poeta. Sus primeros trabajos se publicaron en 1937, libros políticos y clásicos.
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